Al veterano empresario le gusta pasear por los bucólicos bosques que rodean Älmhult y aprovecha para saludar a alguno de los 4.000 trabajadores (casi la mitad del pueblo) que trabaja directa o indirectamente para Ikea. Y, claro, compra en el súper del pueblo. Cuando llega al estante de los lácteos, Kamprad mira con sus ojos cansados la fecha de caducidad de los productos. Y compra los brick de leche y los yogures que están a punto de desperdiciarse. "Le parece intolerable que se tiren los alimentos y las cosas que todavía pueden tener un uso", informa un concienciado trabajador del establecimiento.
Esta filosofía del fundador es la que lleva transmitiendo a sus empleados todos estos años. Algunos podrán pensar que es tacañería. No lo ven así en el pueblo. “No creo que sea tacañería. Se trata de ser conscientes de los costes. Somos gente generosa, pero no queremos pagar más de lo necesario”, comenta Marcus Engman, 50 años, Director Global de Diseño de Ikea. Ese lado más humano (y ahorrativo) de Kamprad es una de las facetas en las que incide el documental que en breve se estrenará en la televisión sueca y que ha sorprendido a quienes ya han tenido la oportunidad de verlo.